Voracidad de tener.
Por favor, señor, no traiga a confundir con el color del bosque el verde de ese billete. El cerro donde me he criado y la tierra que tiene mis manos marcadas de alegría. El cielo surcado de treiles, gaviotas y gorriones, que vuelan y se revuelven, lo mismo que los hombres aquí en la tierra corren y trabajan por el pan. Al menos el cielo de los pájaros no pareciera tanto que lo han comprado, excepto cuando pasa embravecido ese otro pájaro estrepitoso.
Caballero, no conquiste todo el paisaje. Por favor, deje un puñado de horizonte para mirar, sin impuestos ni tristezas. Es lo único que tengo. No me queda nada más.
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